La Reserva Nacional de Paracas, creada en 1975, es un área natural para proteger uno de los ecosistemas más raros del mundo que comprende uno de los desiertos más secos del planeta, una zona de inmensa riqueza biológica marina y zonas con yacimientos arqueológicos de la antigua Cultura Paracas (600 a.C. – 200 d.C.).
La Reserva Nacional de Paracas es una de las dos Áreas Naturales Protegidas categorizada, que protege muestras representativas de nuestros ecosistemas marino – costeros. Su importancia radica en que protege una gran diversidad biológica indispensable para el mantenimiento de diversos ciclos biológicos que garantizan la conservación de las especies, al igual que genera ingresos económicos a miles de pobladores. Además, la Reserva Nacional de Paracas está incluida en la lista de humedales de importancia internacional de la Convención de Ramsar.
Está ubicada en parte de los distritos de Paracas y Salas, pertenecientes a las provincias de Pisco e Ica respectivamente, en el departamento de Ica. Su extensión es de 335,000 hectáreas, de las cuales el 35% pertenecen a tierra firme e islas y el 65% a las aguas marinas. Temperaturas promedio de 19°C , con sol casi todo el año y ausencia de lluvias. (Ver Mapa de la Reserva Nacional de Paracas)
En la zona arqueológica destacan las necrópolis y los centros arqueológicos de Cabeza Larga y la Pampa de Santo Domingo.
Se pueden realizar diversas visitas en la reserva que cuenta con numerosos atractivos naturales y arqueológicos en sus 335,000 hectáreas, además de disfrutar de sus playas, observación de aves y aventuras en el desierto. Uno de sus atractivos es el Candelabro, un geoglifo de más de 120 metros de extensión que puede observarse mejor desde el mar, en el trayecto a las Islas Ballestas.
Existen formaciones rocosas impresionantes, como La Catedral, que si bien sufrió gravemente por el terremoto de agosto de 2007, aún ofrece un paisaje geológico singular. La belleza natural de la Reserva Nacional de Paracas se complementa con una buena oferta gastronómica y playas como La Mina, Mendieta y Lagunillas, donde es usual acampar y practicar la pesca deportiva.
Se puede acampar previa coordinación con la Jefatura del área. A pocos kilómetros están la ciudad de Pisco y El Chaco donde es posible pernoctar y emprender también otras actividades como la visita a las Islas Ballestas.
El Centro de Interpretación ofrece una interesante explicación de la biodiversidad y los peligros que afronta la zona. El Museo de Sitio Julio C. Tello exhibe permanentemente piezas de la cultura Paracas hallados en los cementerios del lugar.
Reserva Nacional de Paracas – Rutas Turísticas
La forma tradicional de visitar la reserva es desde el balneario de Paracas, a través de la carretera Pisco – Puerto San Martín y desvío hasta el centro de interpretación y Museo de Sitio Julio C. Tello con un recorrido de 5 Km. desde Paracas ó 27 Km. desde Pisco. En el puesto de control se debe pagar el derecho de ingreso.
Lo más recomendable es realizar la visita con un tour operador y guías locales.
Existen otros puntos de acceso a la reserva, a través de vías afirmadas, no señalizadas, que permiten el tránsito en cualquier tipo de vehículo y se recomienda sea siempre acompañado de un guía local. Hay algunas rutas que exigen transportarse en vehículos 4×4.
Para las visitas a la playa de Barlovento y bahía Independencia, en la parte sur de la reserva, se puede ingresar por Pozo Santo en la carretera Panamericana Sur, y se recomienda sólo usar vehículos 4×4.
En las zonas de playa existe gran cantidad de aves endémicas y migratorias, por lo que debe tomar especial cuidado de no alterar el hábitat natural y seguir todas las indicaciones y normas del SERNAMP.
Observación de Fauna y Flora en la Reserva Nacional de Paracas
La Reserva Nacional de Paracas alberga una gran diversidad biológica, en especial en la parte marino-costera. Se estima que existen cerca de 216 especies de aves, 36 de mamíferos, 10 de reptiles, 168 de peces y un gran número de invertebrados que son parte inicial de la cadena trófica de este importante lugar. El principal banco de conchas de abanico (Argopecten purpuratus) del país se encuentra en la bahía de Independencia, donde también se halla una importante variedad de cangrejos, caracoles marinos, pulpos, erizos y otros moluscos.
Dentro de las aves que se pueden ver destacan el flamenco o parihuana (Phoenicopterus chilensis), el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldti), el potoyunco (Pelecanoides garnotii), el zarcillo (Larosterna inca) y eventualmente el cóndor andino (Vultur gryphus). También se pueden apreciar los lobos marinos finos (Arcthocephalus australis), los lobos marinos chuscos (Otarya bironia) y el gato marino o nutria (Lontra felina). Así también se pueden divisar en las aguas marinas a la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae), el bufeo (Tursiops truncatus) y el delfín oscuro (Lagenorhynchus obscurus). (Ver: Observación de aves en Paracas)
La vegetación es escasa en la Reserva Nacional de Paracas, sin embargo se pueden observar algunas porciones de lomas costeras en las partes más altas de los cerros formadas por efectos de la humedad y que sirven de hábitat a diversos reptiles, insectos, aves y a algunos mamíferos.
Zonas Arqueológicas en la Reserva Nacional de Paracas
Dentro de la Reserva Nacional de Paracas se han identificado más de 100 sitios arqueológicos que demuestran el grado de adaptabilidad a la zona del antiguo peruano. Los restos encontrados muestran un estilo de vida simple, dedicado básicamente a la pesca y a la recolección de mariscos. En el proceso evolutivo de la cultura Paracas se encuentran los conocidos y valorados textiles que son clasificados en la etapa Necrópolis de esta importante cultura.
En el Museo de Sitio Julio C. Tello se puede conocer parte de la fascinante historia de este lugar que representa un centro cultural importante del país. En el recorrido a través de la Reserva Nacional de Paracas se encuentran diferentes vestigios de la riqueza arqueológica del lugar y de la interdependencia del mar con el poblador.
Las costas de Paracas son famosas tanto por la belleza de su paisaje natural como por la riqueza de sus rituales funerarios y la calidad de sus textiles, pero también por sus avanzados conocimientos de cirugía que datan de hace 2500 años: se calcula que casi 60% de los individuos a quienes se practicó trepanaciones craneanas consiguió sobrevivir a su intervención.
En 1925, el arqueólogo peruano Julio C. Tello descubrió los restos de la cultura Paracas. Sus esplendorosos mantos, testimonio de la visión mágico- religiosa que regía la vida social de esta cultura, se tejían en algodón, la lana de camélidos o material mixto, sobre los que se bordaban figuras con hilos de lana. Unos de los personajes más reiterados exhibe contornos humanos con elementos de ave y felino, y lleva asidos, a manera de cetros, cabezas degolladas, flechas, plantas y otros emblemas. Aparece erguido, de frente, de perfil o en pleno vuelo. La ocupación prehistórica de Paracas se remonta por lo menos a 5000 años A.C. La presencia temprana y estable del hombre impresiona si se considera que este medio ambiente de oasis y desierto cambió poco a lo largo de miles de años. Aproximadamente desde el 400 A.C. la península comenzó a convertirse en un inmenso cementerio. Generación tras generación fue enterrando a sus difuntos en la arena del desierto, y de esta manera fue dando forma a un verdadero territorio de muertos. Las estructuras funerarias de esta época son profundas y tienen forma de botella: una amplia cámara subterránea capaz de alojar a 30 o 40 individuos envueltos en telas, a la que se accede a través de un pozo estrecho a alargado. Por esta razón, se ha llamado a esta etapa de la historia local Paracas Cavernas. Cientos de estos entierros fueron descubiertos por Tello en los años veinte, fundamentalmente en la zona de Cerro Colorado, cerca de la cual se encuentra el museo de sitio de Paracas.
Hacia el 200 A.C. las costumbres funerarias cambiaron. En esta nueva etapa, a la que se conoce como Paracas Necrópolis, los individuos agrupados fueron enterrados a poca profundidad, muchas veces entre la basura y las casas de las ocupaciones anteriores, aunque siempre en la forma de fardos envueltos en textiles colocados unos junto a otros. De los cementerios de este tipo, Wari Kayan y Cabeza Larga, provienen muchos de los mejores exponentes del arte textil y de la cirugía prehispánicos. Las telas- producto del trabajo creativo con algodón y tintes naturales- que envuelven a los individuos enterrados constituyen uno de los logros más espectaculares de la técnica y la estética andina. A lo largo de una historia compleja, la península resultó también atractiva para los habitantes de comarcas adyacentes: las vasijas de cerámica halladas en los entierros Paracas Necrópolis, especialmente en los más recientes, delatan una serie de patrones culturales que tiene su origen en los valles situados inmediatamente al norte: Pisco y Chincha, zona de civilización de la cultura Topará.
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